Pánico

Mientras más se adentraba en el bosque, más intranquilo se sentía. Caminaba con paso inseguro pero rápido, tropezando de vez en cuando y cada cierto tiempo mirando hacia atrás como si alguien o algo estuviera trás él.

El viento movía el follaje en la oscuridad de una noche sin luna. El ulular de un búho se colaba en el ambiente. Estaba cansado, sentía frío pero no podía dejar de andar. Presa del pánico continuaba internándose en el tétrico bosque alumbrándose con una linterna de bolsillo.

Se detuvo en un claro y recorrió con la vista los alrededores. Entre los arbustos divisó una pequeña cabaña aparentemente abandonada. Forzando apenas la cerradura logró entrar, cerró la puerta y la apuntaló con una vieja silla. Se sentía a salvo.

En el centro de la cabaña había una mesa enpolvada y un par de sillas, un poco más allá una antigua cocina con una pila de leños al costado, y a su izquierda, una cama deshecha. Encendió los leños y se sentó junto al fuego para sacudirse el frío. Aún estaba asustado, pero al menos se encontraba en un lugar más seguro. Sus ojos comenzaron a cerrarse, el cansancio y el sueño eran más fuertes que él.

Un estruendo lo despertó.
Una colosal figura se abría paso con violencia y se abalanzaba sobre él.
Un golpe seco.

Lo último que oyó fue esa risa demencial, irónica que lo acosó durante mucho tiempo en sus peores pesadillas, donde caminaba con paso inseguro pero rápido, tropezando de vez en cuando y cada cierto tiempo mirando hacia atrás como si alguien o algo estuviera tras él.